Crónica de un encuentro fallido

"Yo nací en una ciudad de dos millones de habitantes", contaba el hermano del tipo que le dijo a una mina allá en un pueblito de Eslovaquia. La mina, con cara de asombro, le dijo "¡pero eso es la mitad de todo este país!". Antes, la mina le había explicado que para los estándares eslovacos, el pueblito, de dieciocho o veinte mil habitantes, era mediano. El hermano había ido a ver el pueblito donde nació su abuelo.
De esto se acordó el tipo mientras paseaba por el lugar. Había llegado una media hora antes de lo indicado, pensando en que habría tiempo para mate y esas minucias esenciales de las relaciones gratas.
Encontró el sitio indicado con facilidad. Lo primero que lo sorprendió fue un cartel rojo: "Libertad a los presos políticos" y la firma de la asamblea del lugar.
Como la hora indicada se acercaba sin visos de que empezara el espectáculo prometido, el tipo se fue a dar un corto paseo.
La plazoleta estaba toda cruzada de carteles que reclamaban por trabajo, contra los desalojos, etc. etc. y rodeada por una miríada de puestos de artesanos, exposiciones de pintores (y grabadores y serigrafistas) que enganchan sus obras en las rejas que circundan los juegos infantiles y rodeados a su vez por bares variopintos: el barcito rasca con mesas plásticas, el bar tradicional -cerrado- con mesas de madera, el boliche modernoso ocupando acera y calzada y monopolizando la mayoría del público.
El Secretario del Congreso de Tucumán había sido reemplazado por el escritor ciego de lenguaje insuperable. Convivían democráticamente con la plaza contestataria: un café con merchandising oficial de Ferrari, un local de Stone, un Hogar (¿de jóvenes? ¿de ancianos? ¿de señoritas?) cuyo nombre se le escapa, una sucursal de Prometeo Libros y todo local de pilchas imaginable, incluyendo a Elsa Serrano. Todo con notable despliegue de diseño y decoración.
Entre grupitos de jóvenes tomando mate, artesanos desarrapados y conjuntos de músicos alternativos circulaban niñas palermitanas un tanto producidas y atentas a los especímenes a la vista, en una reedición posmoderna de la vuelta al perro.
El tipo no tiene la cifra, pero apostaría que sólo en unas cuantas manzanas a la redonda, hay tantos habitantes como en todo ese pueblito eslovaco.
Juntos, pero no revueltos.

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