Ayer a la noche, el tipo seguía desde la notebook, en su casa, las peripecias del empaquetado final de un producto probablemente llamado a hacer historia en la informática (uno siempre cree eso...). Quince minutos antes del desastre, alrededor de las 22:45, el tipo intercambió breves y eufóricos saludos con uno de sus cumpas que estaba en la oficina todavía, cuyo último comentario fue "...y nos vamos de vacaciones!!". "Seee", contestó el tipo. Uno tras otro, fue viendo de un modo casi ritual, los "xxx signed off" de cada uno de los que iban apagando sus máquinas para irse de vacaciones luego de dos años de trabajo consecutivo e ininterrumpido. Había sido un parto que duró mucho más tiempo que el debido, y muchísimo, muchísimo tiempo más que el deseado. Media hora después, su hijo menor apareció para darle la novedad "se incendió un boliche, por once". Al rato: "hay muertos". Se acabó la película que veían con el otro hijo en el comedor....
Me lo afané de acá . OPTIMISMO Y PESIMISMO El tipo se hace pesimista, por lo general, a fuerza de ir viendo lo que les pasa en la vida a los optimistas. Hay un optimismo capaz de producir pesimismos: y es el de los optimistas que enajenan el presente, que desatienden la hora en que se vive a fuerza de anticiparse un futuro prodigioso de esa hora. Aspirar a la plenitud es un modo de conspirar contra ella. Quien aspira a mucho, en efecto, siempre se siente defraudado por lo que pudo, luego, conseguir. Cada hora de la vida tiene una riqueza, un significado y un sentido. Cuando el tipo no aprovecha esa riqueza, no advierte ese significado, no entiende ese sentido, ha sufrido una pérdida que ya con nada podrá compensar. No es optimismo auténtico el de quien espera confiado a que la realidad llegue a tener el tamaño de sus sueños: lo es, en cambio, aquel capaz de vivir su sueño como una realidad. Esperar a que una ilusión se realice, es una falta de respeto para con la ilusión. Esperar a ...
El jefe del tipo había decidido que todos los viernes iban a salir a almorzar, junto con el personal que quisiera acompañarlo. La empresa pagaba. Luego de un par de intentos por los bodegones del barrio, recalaron en ese barcito, en una esquina a tres o cuatro cuadras del laburo. Entraron, se sentaron y cuando empezaban a comentar qué buena temperatura tenía el lugar (refrigerado pero sin exagerar), apareció una de las hermanas que atienden el lugar. Todos los ojos de los muchachos (había una sola chica en el grupo) convergieron en el mismo lugar: El escote de la rusita. Bonita, joven, con el rostro cortés pero adusto, ostentaba una remera con breteles de hilo cuyo escote dejaba ver generosamente la curva de sus pechos hasta el límite de la sorpresa. Y una alianza en su anular izquierdo. Pidieron de comer cada cual según su gusto. La otra hermana (camisita manga corta, pantalones de hilo) se ocupó de servir. Bajo la ropa holgada se notaba un buen cuerpo. En su cara bonita destacaban d...
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