Hallazgo

El tipo venía caminando hacia el laburo en modo “reflexión”, totalmente ajeno al mundo a su alrededor.
Paso de marcha, polar cerrado hasta arriba, mochila a la espalda y, probablemente, puños cerrados, que es lo que hace cuando hay viento fresco.
De pronto, ocho o diez metros adelante, un gurrumín de no más de tres años, quizá cuatro. El tipito viene caminando con una mujer, camperita con cuello cerrada hasta arriba; se desvía levemente un metro a su izquierda, encaja los hombros, saca el labio inferior y frunce el ceño poniendo cara de serio, aprieta los puños y se lanza a paso de marcha en dirección al tipo, por la misma hilera de baldosas.
Para cuando el tipo se aviva, el soldadito prácticamente se lo lleva puesto.
El tipo lo esquiva a gatas –por de pronto, tiene que frenar en seco- y se da vuelta sonriendo para verlo.
¡Matías! Pega el grito la mujer cuando –tarde, tardísimo- se da cuenta que el enano se entreveró entre las gambas del tipo, ya casi diez metros detrás de ella.
El tipo sigue su camino, pensando en cómo se vería del lado de afuera caminando como venía, para provocarle esa reacción al pibito.

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