¿Los últimos serán? ¿Los primeros? (*)

El tipo había ido a lo del mayorista a buscar un pedido para su boliche.
El mayorista había sido proveedor de su padre y de su abuelo, así que el tipo gozaba de prestigio y crédito.
El capo de ventas del mayorista era uno de esos chabones siempre de buena onda, que conocía el valor de un buen servicio a sus clientes. Siempre atento, siempre listo para la gauchada extra. Siempre tiempo para "tomate un cafecito". Un grande.
El tipo -joven, inexperto- no tuvo mejor idea ese día que preguntarle "D., ¿en qué rango estoy como cliente, de uno a diez?"
D., que andaría entonces por los cuarenta y pico, sonrió con su espectacular y cálida sonrisa de tipazo y contestó: "Mirá, nunca te preocupes por ser el primero, o el mejor. Vos dedicate a hacer lo tuyo, del mejor modo que seas capaz y te salga. Cuando llegues a ser el mejor, o el primero, o estés cerca, los demás se van a encargar de hacértelo saber".

No sólo es una de esas lecciones que el tipo atesoró toda la vida: también fue la forma más diplomática imaginable de evitar decirle al tipo que, con su bolichito, debía ranquear en el puesto 1000 -de uno a diez- en la escala del más grande importador de los diez que existían para el rubro.
El tipo nunca volvió a hacerse esas preguntas, ni respecto a sí mismo, ni respecto a los demás.
Mientras tanto, el tipo vive acá, se dedica a lo que le gusta -que no tiene nada que ver con lo que hacía entonces-, y encima le pagan.

Y a la vuelta de un par de décadas, ha podido comprobar -más de una vez, por suerte- que el consejo era absolutamente y rigurosamente acertado.

(*) Traído a la memoria por este post.

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